Fundación Internacional Jorge Luis borges
Fundación Internacional Jorge Luis borges

El Centenario de Borges

Exposición homenaje a Jorge Luis Borges en el centenario de su nacimiento.

La Fundación Internacional Jorge Luis Borges agradece a quienes de una u otra manera colaboraron en la preparación del homenaje al escritor en el primer centenario de su nacimiento, autoridades nacionales y extranjeras, instituciones culturales, centros universitarios de nuestro país y del exterior, honrando así el ideal de “Los conjurados” que propicia la unión de todos los pueblos. Los actos, iniciados en Venecia en enero de 1999 culminaron en Barcelona a fines del año 2001.

La Fundación que preside María Kodama organizó Borges 100 años, una exposición itinerante que exhibió obras de Borges, manuscritos, primeras ediciones de sus libros, algunos ejemplares de la biblioteca personal (con notas de puño y letra en sus márgenes), revistas, diarios, material iconográfico, cuadros y objetos significativos.
Se proyectó, asimismo, un documental realizado especialmente para esta exposición por Fernando Flores y Patricia Enis.

La memoria de Borges por María Kodama
Los que lo amamos, los que fuimos sus amigos, los que admiramos su obra que nos cambió para siempre, guardamos como en un caleidoscopio innumerables imágenes de Borges: en una conferencia, paseando por Florida en encuentros a veces casuales que deslumbraban siempre al interlocutor por la ironía, la sencillez y la inteligencia del diálogo.
Todo eso lo he sentido y compartido con muchos de los que están hoy conmigo y con muchos ausentes, aunque muy vivos en mi recuerdo. Pero, como en «El jardín de senderos que se bifurcan», también hay otra cosa, íntima, que teje la memoria de la larga y compleja relación que la vida nos deparó.

El primer recuerdo de Borges es auditivo, como en el cuento «La memoria de Shakespeare». Ese recuerdo quedó en mí, gracias a la lectura de los dos poemas ingleses que alguien me leyó a los cinco años: «I can give you my loneliness, my darkness, the hunger of my heart: I am trying to bribe you with uncertainty, with danger, with defeat.»
Estas líneas, escritas años antes de que mis padres soñaran conocerse, y que él había dedicado a una mujer a la que amaba, fueron, como todas las cosas importantes en la vida, sin saberlo, decisivas.
Mi memoria visual se remonta a los doce años, cuando un amigo de mi padre me llevó a una conferencia que él dictaba. Yo quería estudiar literatura y quería escribir. La memoria de su memoria parte de mi adolescencia, cuando comencé a estudiar con él, primero esporádicamente y luego, a medida que el tiempo avanzaba, de una manera más regular. Ahí pude comprobar su asombrosa memoria, capaz de recordar citas, poemas, o casi la exacta página donde estaban los datos que buscaba.
Desde los comienzos de 1960, mi memoria guarda como un palimpsesto, el emocionado testimonio del nacimiento y desarrollo de su creación literaria. Lo recuerdo, cerrados los ojos, como si la barrera de su ceguera, que lo aislaba de toda distracción que no fuera la de su pensamiento, no fuera suficiente y necesitara apretar los párpados, para que ni siquiera el pensamiento de tener los ojos abiertos pudiere distraerlo.
Así, sumergido en esa doble oscuridad, permitía que la luz interior, la musa o el espíritu, emitiendo lentamente una sucesión de imágenes y de ideas como el Aleph, fuera dando forma a lo que todavía era ignorado por él.
Luego, lentamente, se imponía la forma, eso sería un cuento o un poema.

Cuando su mano se alzaba y marcaba las sílabas en el aire, yo desde mi silencio sabía que comenzaría a dictarme un poema. Cómo transmitirles ese instante, ese instante que, como el proceso anterior, no me era ajeno emocionalmente. Creo que nadie puede ser mero espectador de un proceso de creación, sobre todo de alguien que, como Borges, emanaba una fuerza tan especial, por la que una se sentía arrastrada.
Una parte maravillosa, vital, de la memoria que guardo de Borges son los viajes. A veces él me decía: «Su padre la educó para mí». Porque gracias a mi padre, tuve una increíble aproximación al arte desde antes de tener uso de razón. Esta enseñanza fue de una enorme utilidad, a la hora de transmitir a Borges el ambiente de una ciudad que no conocía, los colores de un atardecer; impalpable emoción de revivir juntos el instante que era en mí, memoria, y, en él, memoria de un relato; memorias que fluyeron hechas lágrimas cuando, en lo alto de la escalinata del Louvre, vimos, y a propósito dejo este verbo en plural, ya que Borges había tenido en ese instante la imagen, ya modificada por otras, por la distorsión del tiempo y de la memoria, de la Victoria de Samotracia, precisamente esa estatua sobre la que mi padre me enseñó la belleza. La belleza era la memoria materializada, era haber logrado lo imposible: detener la brisa del mar, en el movimiento de los pliegues de la túnica, para la eternidad.
Quizá sintiendo las lágrimas correr por mis mejillas, viéndolas en las de Borges, recordé ese poema, «El grabado», de Historia de la noche, donde dice:

A veces me da miedo la memoria
en sus cóncavas grutas y palacios
(Dijo San Agustín) hay tantas cosas.
El infierno y el cielo están en ella.

En ese momento sentí que no eran ciertos esos versos, que nunca nos tocaría el infierno de la memoria. Estaríamos a salvo, mientras atesoráramos en nuestras memorias el recuerdo o el vestigio del recuerdo de esa tarde, de nuestro amor, de un poema compartido, de nuestras manos entrelazadas como la memoria que atesora una gota de agua. Entonces sería también realidad, el verso que Borges escribió:

Qué importa el tiempo sucesivo si en él
hubo una plenitud, un éxtasis, una tarde.

y sé que todo ello sigue vivo en mí, gracias a ese don maravilloso: la memoria.

Organizadores

Realizada por
Fundación Internacional Jorge Luis Borges
María Kodama

Curadora
Irma Zangara

Organizador General
Fernando Flores

Coordinador
Pablo Corletti

La Fundación Internacional Jorge Luis Borges agradece especialmente su colaboración a las siguientes personas, instituciones y empresas:
Jaime Alazraki, Guillermo Alonso, José María Alvarez, Banco de la Nación Argentina, Jacques Bedel, Gloria Bender, Laura Bertone, Héctor Bianciotti, Bodegas Trapiche, Félix Juan Borgonovo (Embajador de Argentina en Italia), Marta Bravo, Buenos Aires Televisión, Carlos Campos, Eduardo Diego Casa, Laura Casalins, Pérez Celis, Soledad Costantini (Fundación Eduardo Costantini), Félix Della Paolera, Catherina Deuss, Paul Dijoud (Embajador de Francia), herederos de Zdravko Ducmelic, Francois-Michel Durazzo, Fernando Esteves, Antonio Ferrer (Universidad de Alcalá de Henares), Fernando Flores (Organizador de la Exposición),Galaxia Gutenberg, Zunilda Gertel (Universidad de Columbia), Zulema González, Susana Granet, Grupo Clarín, Aldo Herlaut (Agregado Cultural, Embajada de Francia), Michiko Hoshino, Hotel Intercontinental, Iberia, Giovanni Januzzi (Embajador de Italia), Alejandro Kokocinsky, Maia Kokocinsky, Gyula Kosice, Amalia Lacroze de Fortabat, Archibaldo Lanús (Embajador de Argentina en Francia), Juan Carlos Liberti, Abelardo Linares (Librería Renacimiento), Rubén Locaso, Ernesto Lowenstein, Luis Iñigo Madrigal (Universidad de Ginebra), Juan Martini, Elena Montero Lacas de Povarché (Fundación PanKlub – Museo Xul Solar), Ernesto Morita, Multicanal, Kasumiko Murakami, Mary Nakasato, Mario Orlando, Amanda Ortega, Luis Ovjesevich (Fundación Konex), Juan Carlos Pallarols, Francesco Pasetti, Nélida Piñón, Alfredo Plank, Massimo Pistacchi, Natalio Jorge Povarché (Galería Rubbers), Susana Regazzoni (Universidad de Venecia), Franco María Ricci, Risposta Assicurazzioni Generali, Raúl Russo, José Saramago, María Victoria Suárez, Jesús Teijeira, Jack Vanarsky, Varig, Enrique Jorge Volberg e Irma Zangara.

Centenario de Borges en Buenos Aires

Centenario de Borges en Barcelona

Centenario de Borges en Venecia

Centenario de Borges en Mexico DF

Centenario de Borges en Paris

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