Fundación Internacional Jorge Luis borges
Fundación Internacional Jorge Luis borges

El Atlas de Borges

El atlas de Borges

El Atlas de Borges propone acceder a su universo a través de una selección de fotos que él y María Kodama tomaron en algunos de sus viajes. Sus percepciones del mundo están reflejadas en imágenes cuyo valor genuino es el testimonio del asombro y la frescura de sus experiencias compartidas.

El álbum de viajes contiene más de 130 fotografías que no habían sido exhibidas, y textos incluídos en distintas publicaciones del autor. La exposición de estas imágenes propone un nuevo acercamiento a más de 20 destinos del modo en que sólo Borges pudo haberlos percibido. Recorrerla con detenimiento permite descubrir muchos de sus perfiles, distendido, reflexivo o solemne, y observar su sentido del humor, entre otros aspectos.

Prólogo
Creo que Stuart Mill fue el primero que habló de la pluralidad de las causas; en lo que se refiere a este libro, que ciertamente no es un Atlas, puedo señalar dos, inequívocas. La primera se llama Alberto Girri. En el grato decurso de nuestra residencia en la tierra, María Kodama y yo hemos recorrido y saboreado muchas regiones, que sugirieron muchas fotografías y muchos textos. Enrique Pezzoni, la segunda causa, las vio; Girri observó que podrían entretejerse en un libro, sabiamente caótico. He aquí ese libro. No consta de una serie de textos ilustrados por fotografías o de una serie de fotografías explicadas por un epígrafe. Cada título abarca una unidad, hecha de imágenes y de palabras. Descubrir lo desconocido no es una especialidad de Simbad, de Erico el Rojo o de Copérnico. No hay un solo hombre que no sea un descubridor. Empieza descubriendo lo amargo, lo salado, lo cóncavo, lo liso, lo áspero, los siete colores del arco y las veintitantas letras del alfabeto; pasa por los rostros, los mapas, los animales y los astros; concluye por la duda o por la fe y por la certidumbre casi total de su propia ignorancia.

María Kodama y yo hemos compartido con alegría y con asombro el hallazgo de sonidos, de idiomas, de crepúsculos, de ciudades, de jardines y de personas, siempre distintas y únicas. Estas páginas querrían ser monumentos de esa larga aventura que prosigue.
Jorge Luis Borges (Atlas, con la colaboración de María Kodama, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1984)

¿Qué era un atlas para nosotros, Borges?
Un pretexto para entretejer en la urdimbre del tiempo nuestros sueños hechos del alma del mundo.

Antes de un viaje, cerrados los ojos, juntas las manos, abríamos al azar el atlas y dejábamos que las yemas de nuestros dedos adivinaran lo imposible: la aspereza de las montañas, la tersura del mar, la mágica protección de las islas. La realidad era un palimpsesto de la literatura, del arte y de los recuerdos de nuestra infancia, tan semejante en su soledad.
Roma será para mí su voz recitando las Elegías de Goethe y Venecia, para usted, lo que yo le transmití un atardecer en San Marcos, escuchando un concierto; París será usted niño, terco, encerrado en un hotel, comiendo chocolate mientras leía a Hugo, su manera de descubrir París; para mí, nuestras lágrimas cuando vi en lo alto de la escalinata del Louvre la Victoria de Samotracia, esa estatua sobre la que mi padre me enseñó la belleza. La belleza era la armonía materializada, era haber logrado lo imposible, detener la brisa del mar en el movimiento de los pliegues de la túnica para la eternidad.

El desierto fue la batalla de Ondurman y Lawrence y la mística del silencio, hasta aquella noche en que junto a las pirámides usted me ofreció un imperio de palabras, modificó el desierto y me reveló que la luna era mi espejo.

El tiempo era cóncavo y protector para nosotros. Entrábamos en él como Odín y Beppo, nuestros gatos, en los canastos y en los armarios, con la misma inocencia y la misma ávida curiosidad para descubrir misterios.
Ahora estoy aquí, forjando un tiempo más allá del tiempo donde usted recorre las constelaciones y aprende el lenguaje del universo, donde usted sabe ya que la poesía, la belleza y el amor son allí, por su intensidad, incandescentes.

Mientras, yo recorro aplicadamente los días, los países, las personas, cada instante que irá acercándome a usted hasta que se cumplan todas esas cosas que son necesarias para que otra vez se junten nuestras manos. Cuando esto suceda seremos otra vez Paolo y Francesca, Hengist y Horsa, Ulrica y Javier Otárola, Borges y María, Próspero y Ariel, definitivamente juntos, sólo luz para la eternidad.

Querido Borges, que la paz y mi amor sean con usted. Hasta entonces.”

María Kodama. Epílogo a la edición francesa de “Atlas”

La felicidad es frecuente
Impresiona ver las fotos del libro Atlas, escrito como se sabe por Jorge Luis Borges en colaboración fotográfica con María Kodama. Nos muestran a un Borges feliz, como bien señaló la especialista argentina Sylvia Molloy en el ensayo que valoriza esa obra. Se trata de un “Atlas asombroso y feliz”, remarcó la prestigiosa catedrática de universidades norteamericanas.

Y esto nos permite descubrir un aspecto poco abordado del autor de “El aleph”, que conocen quienes lo han tratado de cerca y quienes han leído bien sus páginas.

En Atlas habla varias veces sobre este tema, se refiere a “la peculiar felicidad de un paseo en globo”, también dice que que ha pronunciado la palabra felicidad porque cree que es la más adecuada, y revela que todos sintieron una felicidad casi física, y que Ginebra le parece la ciudad más propicia a la felicidad, por ejemplo.

“Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso”, asegura en su último libro, “Los conjurados”. “No hay un instante que no pueda ser el cráter del Infierno, no hay un instante que no pueda ser el agua del Paraíso”, agrega.

“Yo prefiero ser feliz a ser desdichado”, me dijo en una entrevista que le hice para la revista Panorama en los años ’70.
La belleza, como la felicidad, es frecuente, y asocia ambos términos. Lo manifiesta también en “Elogio de la sombra”: “…en este mundo la belleza es común”.

En “Fragmentos de un Evangelio apócrifo” nos da claves para ser feliz, y también en “El poema de los dones”, en sus escritos sobre Oscar Wilde, por citar solo algunos textos.

Claro que en un momento él creyó que la felicidad era inalcanzable. Luego se dio cuenta que puede ocurrirnos en cualquier momento, pero que nunca debemos buscarla, como advierte en “Un ensayo autobiográfico”.
Aunque “al cabo de los años, un hombre puede simular muchas cosas pero no la felicidad”, escribe en “La memoria de Shakesperare”.
Borges no simula. Las fotos de esta muestra, que es un Atlas ampliado, dan testimonio de su condición.

Esta exposición, como su libro, puede parecer caótica, y -como ese trabajo- no consta de una serie de textos ilustrados por fotografías o de una serie de fotografías explicadas por un epígrafe, sino de una unidad hecha de imágenes y de palabras. Son fotos de viajes, parte de una colección, tomadas por María Kodama, que no es una profesional pero que ama el arte de la fotografía y por eso siempre trata de captar esa realidad que a veces asoma más allá de lo visible. Tampoco tenía cámaras profesionales, pero el testimonio que logró es revelador. Por eso, como el propio Borges narra en el prólogo de Atlas, recorrieron y saborearon muchas regiones, que sugirieron muchas fotografías y muchos textos. Esa fue la primera causa de esa obra. La segunda fue Enrique Pezzoni, que las vió. Alberto Girri observó que podrían entretejerse en un libro.

Ahora, parafraseando a Borges, con esta muestra queremos compartir con él y con María Kodama, con alegría y con asombro el hallazgo de sonidos, de idiomas, de crepúsculos, de ciudades, de jardines y de personas, siempre distintas y únicas. Como las páginas de ese libro, queremos hacer monumentos de esa larga aventura que prosigue, eternamente…

Fernando Flores

Recorrido del recorrido

En el prólogo de Atlas, Borges refleja las infinitas formas que proponen los viajes por el mundo, en la contemplación intelectual y convierten al viajero en un eterno descubridor “…María Kodama y yo hemos compartido con alegría y con asombro el hallazgo de sonidos, de idiomas, de crepúsculos, de ciudades, de jardines y de personas, siempre distintas y únicas…”.

Filadelfia, París, Roma, Buenos Aires, Estambul, Venecia, Ginebra, Creta, Izumo; enigmáticos lugares donde Borges acarició al emblemático tigre; donde paseó y levitó en el globo imaginado por Montgolfier; donde soñó creando mundos eternos en Alemania, y en ciudades como Atenas o Buenos Aires; donde descubrió las formas puras de la geometría euclideana, hasta encontrarse perdido en el inextricable laberinto de Creta. Un mundo que Jorge Luis Borges y María Kodama perpetuaron en imágenes y palabras a través de sus viajes.

“El Atlas de Borges” genera un nuevo recorrido. El recorrido del recorrido. Y es el viajero cultural, el que protagoniza el concepto que guía la propuesta. Una muestra que exhibe, pero cuyo fundamento es invitar a participar del universo de Borges. Desde su forma de ver, interpretar y vivir el mundo que recorrió y que reflejó con sencillez a través de su obra.
Hernán Lombardi

Ficha técnica

Textos Jorge Luis Borges
Selección de textos de diferentes publicaciones del autor

Fotografías María Kodama
Selección de fotografías de la colección de María Kodama

Curador
Fernando Flores

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